Saturday, 8 August 2015

Bilingual Blogging!

Well, not quite.  I recently had a post published at www.muminfo.com, titled The Joys and Challenges of Raising a Child Abroad, and was asked if I could translate it into Spanish.  I gave it my best shot but it only served to emphasise just how much I need to work on my written Spanish.  Luckily I was saved from embarrassment by my friend Alexandra, whose eloquence in at least three languages puts me to shame.  So, below you can find the translation.  The original English post is at http://www.mum.info/the-joys-and-challenges-of-raising-a-child-abroad/.

Me fui de mi país natal hace casi diez años y, después de dar unas cuantas vueltas, me instalé en Barcelona. Sé desde hace mucho tiempo que no voy a volver al Reino Unido de forma permanente, a menos que sea absolutamente necesario, y ahora que he tenido un hijo aquí, las raíces que he echado son aún más fuertes.  Siento una mayor conexión con mi comunidad y he descubierto un lado de la ciudad que no sabía que existía. Me encanta que los niños aquí lleven vidas más activas y al aire libre y que los adolescentes parezcan estar, en general, mejor educados y que sean más respetuosos que los de mi país. Estoy encantada de que mi bebé crezca hablando tres idiomas. Con todo esto, me siento muy afortunada de estar criando mi hijo en esta maravillosa, vibrante ciudad, de mente abierta.
Sin embargo, hay otra cara de la moneda. Ser una inmigrante, al igual que ser madre, comporta retos; y cómo respondemos a estos retos afectará a nuestros hijos por el resto de sus vidas. Con esto en mente, creo que es importante quitarse las gafas de color de rosa y asegurarse de que hay un diálogo sobre el lado menos agradable, más difícil de vivir en el extranjero con los niños.

Culpabilidad por los abuelos:
Crecí en una familia grande, con tías y tíos por todas partes y mis abuelos al frente. Fue caótico a veces, pero fue muy divertido. Yo era la adorada primera nieta  y yo adoraba mis abuelos, en especial a mi abuelo, a su vez. Desearía que cada niño pudiera tener la suerte de tener abuelos tan maravilloso como los míos - y al mismo tiempo estoy manteniendo voluntariamente una situación en la que mi hijo ve a su única abuela, mi madre, sólo dos o tres veces al año. ¿Es eso justo? ¿Estoy haciendo lo correcto?

El estrés del hermano:
A raíz de mi primer punto, no son sólo los abuelos lo que mi hijo se está perdiendo. Sus primos son extraños para él y la mayoría de sus parientes de sangre son voces en el extremo de un teléfono. Hacemos todo lo posible para mantener vivas los lazos, con fotos en casa, llamadas de Skype y conversaciones acerca de lo que es la familia “en casa”, pero es difícil mantener el interés de un niño de 3 años por mucho tiempo. Una de mis mayores preocupaciones es que, si algo le sucede a mí o a su padre, no tendrá a nadie que estuviera presente durante su infancia y que todos esos recuerdos se pierdan. Con esto en mente, siento la presión para hacer crecer nuestra familia para aumentar las probabilidades de que, en algún punto del futuro remoto, cuando yo ya no esté, todavía tenga a alguien para jugar al "Recuerdas cuando…?"

Angustia idiomática:
Hablo muy bien el español, pero soy más divertida y más elocuente en inglés. Nunca voy a formar parte de un club de comedia, pero me gusta pensar que tengo un sentido de humor decente. Desafortunadamente, las diferencias culturales en el humor y mi falta de fluidez nativa implican que, mientras que provocar una risita en español no es un problema para mí, a menudo me encuentro limitada a explicar las cosas en términos de bebé ("... y luego el caballo saltó fuera de la ... casa donde viven los caballos!"). Desde que soy madre y mi vida social ha caído en picado, mi español se ha resentido: hay días en que estoy tan agotada o agobiada que apenas puedo construir una frase en inglés, por lo que navegar alrededor de los campos de minas de mi segunda lengua me parece casi imposible. Existe, además, un segundo idioma oficial en la región en que estoy, una lengua en la que me desespero por nunca ser capaz de comunicarme de manera efectiva, y es en esta lengua en la que mi hijo se educará en el colegio, y así se puede entender por qué todo el asunto a veces puede parecerse a escalar el Everest en chanclas. Aunque yo puedo hablar de infecciones de oído en tres idiomas, por lo que algo tengo.

La pérdida cultural:
La crianza de los niños entre dos culturas es un acto de equilibrio. Por un lado, la integración es esencial y si tu hijo va a ser criado en una cultura que no es la tuya propia, es tu deber como padre facilitárselo. Por otro lado, como padres, puede ser difícil cuando hay partes de nuestra propia cultura que se pierden porque que nuestros hijos abrazan el país que es su hogar de una manera que nunca puede ser para nosotros.
Ahora mismo, con mi hijo siendo tan pequeño, es en el habla en lo que más lo noto. Su padre y yo somos de Liverpool, una ciudad con un acento muy fuerte y distintivo, y la idea de tener un hijo que no suene como yo nunca se me había ocurrido. Sin embargo, parece que, a pesar de que la mayor parte de su conversación en inglés tiene lugar en su casa con sus padres, su acento lo debe más a Peppa Pig que a ninguno de nosotros.
Por otra parte, la tarea de enseñarle cosas de nuestra cultura puede ser una carga. Si hubiera nacido en el Reino Unido, su cultura como niño británico probablemente no me habría pasado por la cabeza. Sin embargo nosotros, como padres, constituimos la gran mayoría de su exposición a nuestra propia cultura y con ella los recuerdos y las tradiciones que han ayudado a formarnos como personas. Eso es mucha presión. Mi hijo nunca sabrá lo que es el Pancake Tuesday (Martes de tortitas) a menos que me acuerde específicamente de decírselo, de explicárselo. Cuando le caigan los dientes, tendremos que decidir si se los llevó - el Hada de los Dientes o el Ratoncito Pérez. Y eso sólo son cosas pequeñas. ¿Qué pasa si se me olvida algo importante?! Él nunca va a compartir mi bagaje cultural totalmente, y siempre habrá aspectos de su cultura que serán sólo SUYOS. No puedo entrar en su paisaje cultural, sólo puedo observar a través de una ventana.

No hay opciones en la vida que son solo negro y blanco. Nunca sabemos qué nos está esperando a la vuelta de la esquina, y a veces los desafíos de la vida pueden hacernos sentir sofocados. Pero con todo dicho, con todas las preocupaciones, el estrés, la soledad, y la nostalgia que viene con criar sus hijos lejos de casa, aún así, es una opción que volvería a hacer.