Well, not quite. I recently had a post published at www.muminfo.com, titled The Joys and Challenges of Raising a Child Abroad, and was asked if I could translate it into Spanish. I gave it my best shot but it only served to emphasise just how much I need to work on my written Spanish. Luckily I was saved from embarrassment by my friend Alexandra, whose eloquence in at least three languages puts me to shame. So, below you can find the translation. The original English post is at http://www.mum.info/the-joys-and-challenges-of-raising-a-child-abroad/.
Me fui de mi país natal
hace casi diez años y, después de dar unas cuantas vueltas, me instalé en
Barcelona. Sé desde hace mucho tiempo que no voy a volver al Reino Unido de
forma permanente, a menos que sea absolutamente necesario, y ahora que he
tenido un hijo aquí, las raíces que he echado son aún más fuertes. Siento una mayor conexión con mi comunidad y
he descubierto un lado de la ciudad que no sabía que existía. Me encanta que los
niños aquí lleven vidas más activas y al aire libre y que los adolescentes parezcan
estar, en general, mejor educados y que sean más respetuosos que los de mi
país. Estoy encantada de que mi bebé crezca hablando tres idiomas. Con todo
esto, me siento muy afortunada de estar criando mi hijo en esta maravillosa,
vibrante ciudad, de mente abierta.
Sin embargo, hay otra
cara de la moneda. Ser una inmigrante, al igual que ser madre, comporta retos;
y cómo respondemos a estos retos afectará a nuestros hijos por el resto de sus
vidas. Con esto en mente, creo que es importante quitarse las gafas de color de
rosa y asegurarse de que hay un diálogo sobre el lado menos agradable, más
difícil de vivir en el extranjero con los niños.
Culpabilidad por los
abuelos:
Crecí en una familia
grande, con tías y tíos por todas partes y mis abuelos al frente. Fue caótico a
veces, pero fue muy divertido. Yo era la adorada primera nieta y yo adoraba mis abuelos, en especial a mi
abuelo, a su vez. Desearía que cada niño pudiera tener la suerte de tener abuelos
tan maravilloso como los míos - y al mismo tiempo estoy manteniendo
voluntariamente una situación en la que mi hijo ve a su única abuela, mi madre,
sólo dos o tres veces al año. ¿Es eso justo? ¿Estoy haciendo lo correcto?
El estrés del hermano:
A raíz de mi primer
punto, no son sólo los abuelos lo que mi hijo se está perdiendo. Sus primos son
extraños para él y la mayoría de sus parientes de sangre son voces en el
extremo de un teléfono. Hacemos todo lo posible para mantener vivas los lazos,
con fotos en casa, llamadas de Skype y conversaciones acerca de lo que es la
familia “en casa”, pero es difícil mantener el interés de un niño de 3 años por
mucho tiempo. Una de mis mayores preocupaciones es que, si algo le sucede a mí
o a su padre, no tendrá a nadie que estuviera presente durante su infancia y que
todos esos recuerdos se pierdan. Con esto en mente, siento la presión para hacer
crecer nuestra familia para aumentar las probabilidades de que, en algún punto
del futuro remoto, cuando yo ya no esté, todavía tenga a alguien para jugar al
"Recuerdas cuando…?"
Angustia idiomática:
Hablo muy bien el español,
pero soy más divertida y más elocuente en inglés. Nunca voy a formar
parte de un club de comedia, pero me gusta pensar que tengo un sentido de humor
decente. Desafortunadamente, las diferencias culturales en el humor y mi falta
de fluidez nativa implican que, mientras que provocar una risita en español no
es un problema para mí, a menudo me encuentro limitada a explicar las cosas en
términos de bebé ("... y luego el caballo saltó fuera de la ... casa donde
viven los caballos!"). Desde que soy madre y mi vida social ha caído en
picado, mi español se ha resentido: hay días en que estoy tan agotada o agobiada
que apenas puedo construir una frase en inglés, por lo que navegar alrededor de
los campos de minas de mi segunda lengua me parece casi imposible. Existe,
además, un segundo idioma oficial en la región en que estoy, una lengua en la
que me desespero por nunca ser capaz de comunicarme de manera efectiva, y es en
esta lengua en la que mi hijo se educará en el colegio, y así se puede entender
por qué todo el asunto a veces puede parecerse a escalar el Everest en
chanclas. Aunque yo puedo hablar de infecciones de oído en tres idiomas, por lo
que algo tengo.
La pérdida cultural:
La crianza de los niños
entre dos culturas es un acto de equilibrio. Por un lado, la integración es
esencial y si tu hijo va a ser criado en una cultura que no es la tuya propia,
es tu deber como padre facilitárselo. Por otro lado, como padres, puede ser difícil
cuando hay partes de nuestra propia cultura que se pierden porque que nuestros
hijos abrazan el país que es su hogar de una manera que nunca puede ser para
nosotros.
Ahora mismo, con mi hijo
siendo tan pequeño, es en el habla en lo que más lo noto. Su padre y yo somos
de Liverpool, una ciudad con un acento muy fuerte y distintivo, y la idea de
tener un hijo que no suene como yo nunca se me había ocurrido. Sin embargo,
parece que, a pesar de que la mayor parte de su conversación en inglés tiene lugar
en su casa con sus padres, su acento lo debe más a Peppa Pig que a ninguno de
nosotros.
Por otra parte, la tarea
de enseñarle cosas de nuestra cultura puede ser una carga. Si hubiera nacido en
el Reino Unido, su cultura como niño británico probablemente no me habría
pasado por la cabeza. Sin embargo nosotros, como padres, constituimos la gran
mayoría de su exposición a nuestra propia cultura y con ella los recuerdos y
las tradiciones que han ayudado a formarnos como personas. Eso es mucha
presión. Mi hijo nunca sabrá lo que es el Pancake Tuesday (Martes de tortitas) a
menos que me acuerde específicamente de decírselo, de explicárselo. Cuando le
caigan los dientes, tendremos que decidir si se los llevó - el Hada de los
Dientes o el Ratoncito Pérez. Y eso sólo son cosas pequeñas. ¿Qué pasa si se me
olvida algo importante?! Él nunca va a compartir mi bagaje cultural totalmente,
y siempre habrá aspectos de su cultura que serán sólo SUYOS. No puedo entrar en
su paisaje cultural, sólo puedo observar a través de una ventana.
No hay opciones en la vida que son solo negro y blanco. Nunca sabemos qué nos está esperando a la vuelta de la esquina, y a veces los desafíos de la vida pueden hacernos sentir sofocados. Pero con todo dicho, con todas las preocupaciones, el estrés, la soledad, y la nostalgia que viene con criar sus hijos lejos de casa, aún así, es una opción que volvería a hacer.
No hay opciones en la vida que son solo negro y blanco. Nunca sabemos qué nos está esperando a la vuelta de la esquina, y a veces los desafíos de la vida pueden hacernos sentir sofocados. Pero con todo dicho, con todas las preocupaciones, el estrés, la soledad, y la nostalgia que viene con criar sus hijos lejos de casa, aún así, es una opción que volvería a hacer.